Sabemos que el sistema inmunológico es protección contra los agentes patógenos a los que constantemente estamos expuestos (virus, bacterias, parásitos) y que actúa como sistema de defensa contra infecciones una vez que éstas se han instalado en el organismo. Sin embargo, menos conocido, pero no menos importante, es el hecho de que también tiene un papel fundamental en el combate de moléculas tóxicas y un rol de vigilancia en el ciclo celular; cuando detecta una célula anormal, la elimina para evitar que se convierta en un proceso canceroso en el organismo.
En una persona sana que lleva un régimen alimentario fisiológico (natural, variado y equilibrado), que vive en un entorno adecuado y que posee buenos hábitos de vida, el sistema inmune debería funcionar de manera óptima. Sin embargo, en la vida moderna es muy difícil encontrar estas condiciones adecuadas y el organismo debe enfrentarse constantemente a diferentes factores que debilitan su capacidad inmunológica:
- La contaminación medio ambiental
- Las heridas y lesiones
- Las intervenciones quirúrgicas
- La toma de antibióticos y medicamentos
- Las carencias nutricionales
- Un régimen alimentario pobre en nutrientes de calidad y rico en alimentos procesados y desvitalizados
- El estrés
- Las enfermedades
- La genética
- Etc.
Es común pensar que, para fortalecer nuestra inmunidad, basta con suplementarnos con vitamina C y unas gotas de equinácea ante la llegada del invierno o frente a los primeros síntomas de un resfriado. Sin embargo, es necesario actuar desde las bases y de una manera global si realmente queremos fortalecer nuestro sistema inmunológico de una manera eficaz y durable. En efecto, una buena inmunidad se construye partiendo de los hábitos de vida y una alimentación variada y equilibrada. De otra forma, cualquier suplementación en vitamina C o equinácea serán poco o nada útiles para el organismo.
Higiene de vida
Actividad física regular: ¡todo cuenta!

Al pensar en actividad física normalmente nos viene a la mente una sesión de jogging, entrenamiento en gimnasio, nadar o andar en bici. Cualquiera de estas actividades son una excelente manera de mantenernos activos, sin embargo, los gestos más cotidianos también aportan grandes beneficios a tu organismo.
Comenzando por la actividad más básica del ser humano: caminar. Estamos hechos para caminar kilómetros cada día y sin embargo, la persona promedio camina solamente algunos metros diarios: del puesto de trabajo al coche y del coche a casa. Evitar las escaleras para usar el ascensor, usar el coche en distancias que podríamos hacer a pie… son oportunidades perdidas para añadir kilómetros de caminata al día porque subestimamos los beneficios de una actividad tan básica.
No obstante, te sorprenderás de saber que una caminata de 30 minutos o de 2 a 3 km cada día con la condición que sea a buen paso (que te cueste mantener una conversación mientras caminas) ¡obra maravillas en tu salud! no sólo a nivel energético si queremos quemar calorías sino a nivel físico y emocional: oxigena el organismo (aporte de oxígeno sanguíneo), oxida los ácidos metabólicos y reduce la acidez del organismo fruto de los malos hábitos alimentarios, reduce el estrés, genera endorfinas que nos aportan bienestar, fortalece el sistema musculo-esquelético, estimula las funciones digestivas (mejor digestión, buen tránsito intestinal, menos gases) y un largo etcétera.
Sueño reparador para estimular la inmunidad
Durante la noche, el organismo trabaja en las reservas de glóbulos blancos que servirán como primera línea de defensa ante un eventual ataque de virus o bacterias. No dormir bien, interfiere con la capacidad de respuesta de nuestro sistema inmune. Procura un mínimo de 7 horas y media y a ser posible 8 horas diarias de sueño. El organismo no puede adaptarse a una falta de sueño y acaba pasando factura a largo plazo.
Mantener a raya el estrés
El estrés es uno de los factores que más debilitan el sistema inmune. Cuando un estrés intenso se prolonga en el tiempo, el organismo pasa de una fase de resistencia a una fase de agotamiento cuyas consecuencias afectan al organismo en diferentes niveles. Es verdad que no podemos eliminar la mayoría de las fuentes de estrés de nuestra vida, pero lo que sí está en nuestras manos es compensarlo dedicando momentos a aligerar esas tensiones acumuladas.
Buscar momentos de desconexión durante el día, buscar aquello que nos hace sentir bien e intentar hacerlo más seguido, aprender a desengancharnos de las personas/situaciones que nos estresan, probar técnicas de relajación, yoga, respiración consciente, respiraciones profundas, etc. Una simple búsqueda en YouTube nos da posibilidades infinitas para disfrutar de un buen momento relax.
La alimentación, un pilar del sistema inmune
Antes de correr a nuestra tienda naturista a surtirnos de vitaminas y suplementos, es importante saber que todos ellos podemos encontrarlos en los alimentos naturales (no refinados ni procesados) y de manera más biodisponible, es decir, más fácilmente asimilables para el organismo.
Además, de poco o nada servirá añadir suplementos si nuestro régimen alimentario está compuesto de alimentos pobres en nutrientes y ricos en grasas saturadas, azúcares refinados y aditivos que satura a nuestro organismo de toxinas, lo acidifica y lo inflama, debilitando el sistema inmune; ¡justamente el efecto contrario del que buscamos!

Obtener los nutrientes que el sistema inmune necesita para funcionar de manera óptima es sencillo aumentando la ingesta de los siguientes alimentos que son aliados de nuestro sistema inmunológico:
- Alimentos naturales, frescos y ricos en nutrientes: frutas, verduras… ¡come todo el colorido que puedas! en los colores amarillo, naranja, rojo, morado se encuentran valiosísimos antioxidantes, vitaminas y oligoelementos para potenciar nuestra salud.
- Ajo: el consumo de 1 g al día es una excelente medida para purificar la sangre y prevenir infecciones
- Alimentos ricos en vitamina A y betacarotenos: son inmunoestimulantes porque favorecen la producción de anticuerpos. Los alimentos de color naranja, amarillo y verde oscuro son ricos en esta vitamina.
- Alimentos ricos en vitamina B6: esta vitamina es un constituyente esencial del sistema inmune. Fuentes naturales: garbanzos, pistachos, semillas de lino/linaza, plátano, shiitakes, patatas, semillas de sésamo/ajonjolí, semillas de girasol, ciruela pasa, avellanas y pescados como el salmón, el bacalao y el atún, carne de pavo, ternera y cordero.
- Alimentos ricos en vitamina E: lucha contra los radicales libres y la oxidación, ayudando a prevenir desórdenes autoinmunes y la degeneración cancerosa. Encontramos buenas cantidades de esta vitamina en el germen de trigo, almendras, semillas de girasol, aceite de girasol prensado en frío y consumido crudo, semillas de lino/linaza, aceite de oliva, cártamo y cacahuate.
- Alimentos ricos en Selenio: este mineral participa en la defensa oxidativa, ayuda a reforzar el sistema inmunológico y en la protección celular. Alimentos ricos en Selenio: nueces de Brasil, atún, sardinas, ternera, huevos, bacalao, pan de trigo integral y arroz integral.
Por otra parte, es igual de importante disminuir el consumo de los alimentos que debilitan nuestro sistema inmune:
• Azúcares refinados
• Lácteos
• Harinas y cereales refinados
• Alimentos industrializados (comida preparada, congelados, fast food, bollería industrial, refrescos, bebidas azucaradas, etc.)
• Alcohol, tabaco
• Bebidas excitantes: café, té, bebidas energéticas.
Complementos alimentarios para ayudar al sistema inmune

- Probióticos y prebióticos: componentes de una flora intestinal saludable. Los primeros son los microorganismos “buenos” que componen nuestra flora —donde radica el 70% de nuestra inmunidad—. Una flora intestinal equilibrada aumenta la función de la barrera intestinal a través de los anticuerpos IgA. Además, inhiben la invasión de bacterias patógenas e impiden su adhesión en las paredes intestinales. Encontramos probióticos de manera natural en los alimentos fermentados: yogurt, kéfir, kombucha, chucrut, kimchi ó en los suplementos que encontramos en el mercado. Los prebióticos por su parte, son el sustrato que favorece el crecimiento saludable de esa flora. Las fibras naturales del plátano, la cebolla, el puerro, los espárragos, la avena, son excelentes fuentes de prebióticos.
- Jalea real: para reforzar el sistema inmunológico, haremos curas de 1 mes tomando 1 g en ayunas. Se deja disolver bajo la lengua.
- Propóleo: es un estimulante del sistema inmune muy eficaz cuando hay una infección declarada. Tiene propiedades antibacterianas lo que lo hace muy útil en procesos causados por bacterias. Tomaremos 1g de propóleo de 2 a 3 veces al día.
- Polen: refuerza el sistema inmune y disminuye las reacciones alérgicas.
* Precaución si padecemos rinitis alérgica o alergia a la picadura de himenópteros (abejas, avispas…) - Astragalus: esta planta es muy utilizada en la medicina tradicional china en forma de raíz seca para estimular el sistema inmune y aumentar el potencial energético del organismo. Tomar 250 mg de 2 a 3 veces al día.
- Ginseng: excelente estimulante del sistema inmune, sobre todo cuando se atraviesa por un periodo de estrés pues ejerce una acción re-equilibrante del sistema nervioso. Tomar 1 cápsula de 200 mg (conteniendo 4-7% de ginsenóides) 2 veces al día.
- Equinácea: una ayuda imprescindible en el tratamiento de infecciones de las vías respiratorias superiores, así como de las vías urinarias. Tomar de 3-4 ml de tintura madre de equinácea (concentración 1/5) 3 veces al día o una infusión con 1 g de raíz por taza 3 veces al día.
- Shiitake: hongo oriental conocido por sus propiedades inmunoestimulantes. Podemos consumirlo en recetas como usamos el champiñón común o bien en complementos de tiendas naturistas.
Por poco que comencemos a retirar de nuestra alimentación los alimentos debilitantes del sistema inmune a la vez que añadimos los nutrientes adecuados para contribuir a su buen funcionamiento, nuestro organismo a través de su maravillosa fuerza vital que siempre tiende hacia la salud, comenzará a hacer su trabajo de defendernos de patógenos, tóxicos y células cancerígenas como se debe.
Las recomendaciones proporcionadas en este artículo no sustituyen a una consulta médica ni remplazan un tratamiento prescrito por un médico. Si estás bajo tratamiento médico, padeces una enfermedad grave o crónica, estás embarazada o lactando, por favor consulta a tu médico antes de seguir estas recomendaciones.