Los germinados, ese super alimento del que lees tantas maravillas… pero cada vez que vas al super, los encuentras en un estado que no te apetecen demasiado y una vez en casa, hay que comerlos rápidamente porque la vida que les queda es muy poca ya. O simplemente te olvidas de echarlos al carrito de la compra o peor aún, ni siquiera puedes conseguirlos. Pues a partir de ahora podrás tener germinados siempre frescos de tu propia cosecha… ¡en tu cocina!
Un frasco de cristal, un trozo de tela o gasa, semillas y agua. Sí, eso es todo lo que necesitas para comenzar tu primera cosecha. Y en cuanto a los cuidados que requiere, son tan simples que hasta podemos delegarlo a que lo hagan los niños de la casa.
Lo que vas a necesitar para germinar tus semillas

- Un frasco de cristal de 500 ml aproximadamente (los de tipo Mason Jar funcionan muy bien).
- Un trozo de tela o gasa (como las que se utilizan para hacer quesos) o en su defecto una tapa diseñada para este fin. Puedes conseguir estas tapas en Amazon, por ejemplo esta o esta otra.
- 4 cucharaditas de semillas especiales para germinar. Puedes conseguirlas en las tiendas de alimentos orgánicos, tiendas naturistas o por internet. Asegúrate que sean específicamente para germinar y que sean orgánicas/biológicas.
Con la germinación vamos a emular el proceso natural que las semillas siguen para brotar en la tierra. Primero que nada, para que una semilla despierte de su proceso de letargo, hay que activarlas y para ello, se remojan varias horas. Luego las colocaremos bien humedecidas en la oscuridad, simulando el entorno en el que están bajo tierra. Por último, será el momento de sacarlas a tomar el sol, simulando que han brotado fuera de la tierra para que puedan de este modo comenzar a hacer la fotosíntesis.

Como ves, se trata de hacer un verdadero cultivo y podrás disfrutar de ver la vida crecer en tu pequeño huerto citadino, en propia cocina. ¡Todo un lujo para quienes no disponemos de un jardín exterior! Tendrás todos los nutrientes de los germinados listos para consumir frescos, simplemente añadiéndolos a tus comidas, sin necesidad de preparaciones o recetas complicadas.
¿Sabías que los germinados son un alimento que proporciona TODOS los nutrientes? sí, sí... vitaminas, minerales, oligoelementos, todos los aminoácidos esenciales (que forman una proteína completa), ácidos grasos, carbohidratos y enzimas digestivas. Por si fuera poco, todos estos nutrientes están multiplicados por 50 respecto a los que contiene la planta adulta y son más fácilmente asimilables porque están pre-digeridos. Un aporte enorme para tu salud.
Los germinados más recomendables para comenzar son los de alfalfa, mostaza y trébol pues germinan fácilmente y además tienen un sabor muy suave si es que no estás habituado a comer germinados.
Vamos allá… ¡germina la vida!
Los germinados forman parte del grupo de alimentos llamados “biogénicos” porque aportan tal cantidad de nutrientes y enzimas a nuestro capital energético que regeneran la vida literalmente.
1. Prepara los utensilios
Antes de comenzar, es importante que laves muy bien los utensilios (frasco, tela o gasa o las tapas que vayas a utilizar) para asegurarnos que no haya bacterias indeseables que vayan a estropear tus germinados.
2. Enjuaga las semillas
Para un frasco de 500 ml, mide 4 cucharaditas de la semilla a germinar, colócalas dentro del frasco, cúbrelas de agua y enjuágalas muy bien. Coloca la tapa o la tela para que haga de “colador” y tira el agua. Repite el proceso.
3. Remoja las semillas
Una vez bien enjuagadas, llena el frasco hasta la mitad con agua embotellada (si es de manantial mejor). No utilices agua del grifo para enjuagar tus semillas porque el cloro que contiene disminuye la actividad enzimática y no brotarán tan bien. Déjalas en remojo durante toda la noche.
4. Escúrrelas y colócalas en la oscuridad
Al día siguiente, las semillas ya estarán activadas, listas para comenzar su proceso de germinación. Con la tapa puesta, escurre el agua de remojo y después lávalas dos veces como lo hiciste antes. Ahora es momento de colocar tu frasco en la oscuridad. Busca un lugar dentro de tu alacena en donde sepas que vas a “tenerlos a la vista” para no olvidarte de ellos. Yo por ejemplo, los suelo poner en el estante del armario donde guardo los cereales y los frutos secos que uso para el desayuno, así me acuerdo de sacarlos a enjuagar cada mañana.
Coloca el frasco boca abajo en un ángulo de 45º para que puedan ir drenando el agua que les sobra. Si la tapa que usas no dispone de un receptáculo para recogerla, coloca el frasco encima de un platito o charola para recoger las gotas de agua que va saliendo.
Los dos enemigos de tus germinados: exceso de humedad o por el contrario, falta de ésta. Ciertamente necesitan agua para germinar por lo que hay que mantenerlos siempre húmedos pero lo justo, ya que demasiada humedad favorece la proliferación de moho y estropeará tu cultivo. Como todo en la vida, es cuestión de equilibrio ;)
5. Enjuagar 2 veces por día
Diariamente por mañana y por la tarde haz lo siguiente: sin quitar la tapa o la tela de la boca del frasco, llénalo con agua embotellada, agita suavemente y escúrrela. Repite el proceso y devuélvelos a su sitio oscuro en la alacena.
Dos días después de haber iniciado el proceso, verás que las semillas ya comienzan a germinar. Continúa enjuagándolas dos veces al día.
Después de 3 o 4 días, dos pequeñas hojitas amarillas habrán brotado… ¡yei! 🤗 Una vez que los tallos estén lo suficientemente largos (unos 2 cm de longitud) sólo les faltará hacerlos “reverdecer” antes de consumirlos.

¿Cómo los hacemos reverdecer? exponiéndolos a la luz solar para que sinteticen la clorofila. ¿Recuerdas eso de la fotosíntesis de las clases de ciencias naturales?, pues aquí la verás en acción. Para ello, coloca el frasco (siempre boca abajo a 45º de inclinación) junto a una ventana donde pueda darle la luz indirecta del sol. Es importante que no le dé el sol directamente pues estropeará los germinados.
Si los colocas durante la mañana, verás a modo de time lapse como los germinados van cambiado de color de amarillo a verde y por la noche, ya los tendrás en su punto.
Una vez que las hojitas están bien verdes, saca los germinados del frasco y colócalos en un recipiente lleno de agua. Remuévelos delicadamente y verás que las semillas que no germinaron comienzan a flotar. Retira las más que puedas, así como los germinados que pudieran estar dañados o estropeados. Escúrrelos y… ¡ya los tienes listos para comer!
Los puedes guardar en un recipiente hermético para guardarlos en el refri/nevera donde se conservarán durante varios días.
¿Cómo comer los germinados?




Añádelos a los jugos verdes, a las sopas o cremas justo antes de servir (los germinados no se cocinan pues sus enzimas se pierden a partir de los 40ºC), a las ensaladas, dentro de sándwiches o bocadillos, sobre tostadas o tortitas untadas con aguacate e incluso mezclados en el yogurt natural, con un poco de miel… y a todo lo que se te pueda ocurrir. Verás que su sabor suave combina muy bien y añade un toque refrescante y crujiente allá donde lo pongas.
Sea cual sea la manera en la que elijas comerlos, un puño de germinados añadirá un extra (muy potente) de nutrientes y enzimas, lo que ayudará a tu organismo a digerir mejor la comida en cuestión, mejorando la asimilación de todos los nutrientes. Comerlos es especialmente beneficioso cuando atraviesas periodos de fatiga o astenia estacional (como en otoño o primavera), periodos de estrés, de convalecencia o si sufres de problemas digestivos (concretamente, dificultad para digerir las comidas, gastritis o dispepsias).
¿Te animas a empezar tu cultivo? Compártenos la foto en el Facebook de Vitalis Harmonia con el hashtag #mispropiosgerminados y muestra al mundo lo fácil que es germinar en casa.
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