Dicen que somos lo que comemos, pero más bien podríamos decir «lo que asimilamos». Tanto un alimento natural como uno procesado nos llena la panza igual. Pero si hacemos una radiografía a sus moléculas, ¿se asimilará igual el glutamato monosódico que la sal de mar? ¿el almidón de maíz modificado que los copos de avena integrales? ¿Sabes qué estás asimilando realmente cuando comes alimentos procesados? He aquí el quid de la cuestión de este artículo. Cómo elegir los alimentos que contienen los nutrientes adecuados para favorecer tu salud.
¿Qué es la alimentación fisiológica?

Fisiológica se refiere a los alimentos adecuados a nuestra fisiología, a lo que nuestro sistema digestivo puede digerir y nuestro organismo entero puede asimilar. Los alimentos que están más cercanos a su estado natural y lo más frescos posibles. Los que están compuestos de las moléculas que nuestro cuerpo puede reconocer, contrariamente a las moléculas que han sido químicamente transformadas, ya sea en una fábrica o a través de métodos de cocción complejos como la olla a alta presión, el horno de microondas, las frituras, altas temperaturas, etc.
En resumen, comer de manera fisiológica no se trata de ninguna dieta o régimen, tampoco de ninguna corriente o moda. En resumen, se trata simplemente de ingerir aquello compuesto de moléculas que nuestro organismo está preparado para digerir y asimilar de manera de forma natural y de evitar los alimentos que contienen ingredientes procesados o aditivos químicos, así como los alimentos muy transformados por métodos complejos de cocción.
Las ventajas de los alimentos fisiológicos:
✔ Aportan vitalidad al organismo porque son alimentos biogénicos (que regeneran la vida) y bioactivos (que sostienen y mantienen la vitalidad). Contrariamente a los nutrientes de mala calidad de los alimentos transformados (“desvitalizados”) que lejos de aportar vitalidad al organismo, drenan su energía vital, consumen recursos para ser digeridos y acaban añadiendo toxemia y ensuciamiento a nivel celular. ✔ Tienen una mejor biodisponibilidad. Esto quiere decir que se asimilan mejor y nuestro organismo los va a aprovechar mejor. Esto se traducirá como una sensación saciedad con menos cantidad de alimento, pero a su vez, más nutrientes llegarán a la célula, lo que va a favorecer un funcionamiento celular óptimo, impactando a su vez en una mejor salud. ✔ No producen toxinas, por lo que no sobrecargan el organismo. Como se metabolizan correctamente, estos nutrientes no generan apenas productos de deshecho en el organismo, por lo que el organismo puede trabajar más “ligero”. También se traduce por mejores digestiones y a su vez por una mejor eliminación diaria, lo que solo puede traducirse en un aumento de vitalidad y salud.
La alimentación fisiológica hace referencia a los alimentos que están de acorde a nuestra fisiología, a lo que nuestro sistema digestivo puede digerir y nuestro organismo entero puede asimilar.
¿Y cuáles son esos alimentos adecuados a nuestra fisiología? los que se componen de las moléculas que también está compuesto nuestro organismo: las proteínas, glúcidos o carbohidratos, grasas y los micronutrientes (vitaminas, minerales y oligoelementos).
Para entenderlo mejor, hay que ver los alimentos como compuestos complejos que nuestro cuerpo debe descomponer en moléculas simples —partículas más pequeñitas— para poderlas asimilar (absorberlas y enviarlas al torrente sanguíneo para nutrir las células y funcionar como debe). Por ejemplo, debe descomponer las proteínas en aminoácidos, los carbohidratos en azúcares simples y así con todas y lo hace a través de “enzimas”, pequeñas llaves que abren esas moléculas para ser descompuestas. Y al igual que una llave solo abre su propia cerradura, tu cuerpo dispone de una enzima especializada en cada nutriente.
Cuando ingerimos un alimento que lleva en su composición una larga lista de ingredientes químicos como conservantes, colorantes, edulcorantes producidos sintéticamente… o incluso cuando ingerimos un alimento “natural” pero que ha pasado por un largo proceso de desnaturalización o cocción y que sus moléculas ya no se parecen a su estado original, sucede que nuestro sistema digestivo se encuentra con un mensaje de error que dice “Molécula no reconocida” y no sabe cómo procesarlas porque no tiene las enzimas necesarias para digerirlas.

Sin embargo, tu cuerpo es tenaz y lo va a intentar de cualquier manera. Imagina que tomas una bebida con una etiqueta que parece muy healthy y dice “sin azúcar”, pero no te das cuenta que a cambio, lleva acesulfame-k (un edulcorante de síntesis comúnmente añadido a este tipo de productos) sin azúcar.
El Acesulfame-k llega al intestino... —Esto es algo dulce —dice tu organismo—, debe ser glucosa, usaré SU llave, aka la enzima sacarasa para digerirlo. —Qué raro, no parece que funcione — dice desconcertado después de intentarlo varias veces —Un momento, esto no es azúcar… tampoco es un almidón… bueno, me parece que su digestión se quedará a medias. Y así, tu organismo acepta enviar esta molécula a medio digerir, se absorbe a través de las vellosidades del intestino delgado y pasa al torrente sanguíneo.
Esto tiene dos consecuencias inmediatas:
- Al organismo le cuesta mucho tiempo la digestión, por lo que resultan fermentaciones y putrefacciones que de otro modo no tendrían lugar
- Estas moléculas quedan a medio digerir, pasando así al torrente sanguíneo y alterando al sistema inmunológico, ensuciando el medio celular y de aquí comienza un efecto en cascada infinito que prepara el terreno para la enfermedad.
Ahora ya tienes claro que hay que privilegiar los nutrientes que tu cuerpo reconoce, es decir los glúcidos (o carbohidratos), proteínas y grasas. ¿Podemos decir entonces que un yogurt 0% azúcar, un alimento keto con edulcorantes o unos cereales para el desayuno hechos a base de harina de trigo y azúcar refinados son buenas elecciones?
Si queremos únicamente “llenar el estómago”, cualquier alimento nos sirve. Pero una cosa es calmar el hambre y otra MUY diferente es nutrir el organismo. Y para recuperar o mantener tu salud, no vale solamente lo primero, sino aportarle a cada célula los nutrientes que necesita para hacer todas sus funciones.
¿Cuáles son los nutrientes óptimos que tu organismo necesita?

- Las proteínas de calidad: animal (carnes magras, aves sin piel, pescado blanco/azul, mariscos) y vegetal (oleaginosas: frutos secos y semillas), tofu, huevos.
- Los glúcidos o carbohidratos completos (o integrales): es decir, aquellos que NO han sido refinados y mantienen el grano completo: arroz integral, trigo integral (espelta, kamut, etc.), trigo sarraceno, mijo, quinoa, amaranto, avena, cebada, etc.
- Las grasas buenas: todos los aceites prensados en frío = no refinados, aguacate, olivas o aceitunas, coco, pescado azul, oleaginosas (frutos secos y semillas).
- Micronutrientes de fuentes naturales: vitaminas, minerales, oligoelementos y fitonutrientes: frutas, verduras, hojas verdes, germinados. Privilegia las fuentes naturales antes que tomarlos en forma de suplementos.
Ahora ya sabes cuales son las reglas de oro para que los alimentos que elijas, contengan los nutrientes de calidad, es importante que sepas como conservarlos. Para ello, elige métodos de cocción suaves y a temperaturas bajas o medias como la cocción al vapor, a la plancha, al papillote, las sopas aprovechando todo el caldo de cocción, salteados suaves, horno a baja temperatura, etc.
Esta es la manera en la que le vas a estar dando a tu cuerpo los nutrientes de calidad que espera recibir y que podrá metabolizar correctamente. En poco tiempo, esta manera de alimentarte comenzará a notarse en tu estado de salud general, comenzando por un aumento notable de vitalidad.
💡Para recordar: 👉 Elige proteínas de calidad (varía las de origen animal y vegetal) 👉 Elige carbohidratos o glúcidos completos, es decir, cereales y granos no refinados 👉 Elige las grasas correctas: grasas buenas (aceites prensados en frío, oleaginosas y pescado azul) 👉 Evita alimentos desnaturalizados, transformados y con aditivos químicos. 👉 Evita métodos de cocción como el horno de microondas, las frituras prolongadas, la olla a presión, las altas temperaturas, etc.
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